reader.chapter — El Charco de Savia Negra
Alina
Frío viscoso se aferra a mi piel como una caricia viva, arrastrándome de vuelta a la conciencia. El charco de savia negra me envuelve, su peso oprimiendo mis costillas, metiéndose en cada corte y herida hasta que siento que voy a ahogarme en su dulzura enferma. Parpadeo, o lo intento, pero mi visión es un borrón de sombras y destellos oscuros; las vetas negras han avanzado, arañando los bordes de mis iris, nublándolo todo con un velo que no puedo despejar. Un jadeo raspa mi garganta, y el colgante de obsidiana en mi pecho arde con un rojo fulminante, su calor quemando mi carne como si quisiera fundirse conmigo. La luz carmesí que emite ilumina las paredes palpitantes del túnel, una red de obsidiana negra que parece latir con vida propia, sangrando más de esa savia viscosa que forma rostros atormentados en su superficie. Estoy en Las Venas Rotas, el corazón podrido del Abismo, y cada aliento que tomo apesta a ceniza y sangre antigua.
Un susurro helado corta el aire, tan íntimo que siento su aliento en mi nuca. "Alina… todos caerán por ti." La voz es una caricia enferma, cargada de una ternura que me revuelve el estómago. Mi corazón se detiene, un escalofrío paralizando cada músculo mientras trato de girar la cabeza, buscando la fuente, pero solo hay oscuridad y el latido primal que retumba bajo mis pies, vibrando en mis huesos. El miedo se enrosca en mi pecho, apretando hasta que apenas puedo respirar. ¿Soy yo la causa de esto? ¿De todo el dolor, las pérdidas, la corrupción que se extiende como veneno? La culpa me ahoga más que la savia, un peso que no puedo soltar mientras pienso en la manada, en Luna, en lo que hicimos en el Núcleo Central. Mi sangre, la de Kael… el sacrificio que apenas contuvo a La Sombra. ¿Y para qué? Estoy aquí, quebrada, con el mal reptando más cerca de mis ojos, de mi alma.
Un gruñido bajo me saca de mis pensamientos, y mi mirada se arrastra hacia el lado. Kael yace a pocos pasos, su cuerpo musculoso temblando mientras la transformación lo sacude. Su piel bronceada está empapada de sudor y sangre seca, las heridas frescas en su pecho –la que él mismo se hizo, la que derramó por mí– aún rezumando un rojo oscuro. Intenta volver a su forma humana, pero el cambio es lento, doloroso; sus manos se crispan, garras retrayéndose a dedos con un crujido que me hace estremecer. Sus ojos ámbar, siempre tan firmes, parpadean con destellos rojos, un signo que me corta el aliento. La corrupción lo está reclamando también, y el terror de perderlo, de verlo transformado en algo que no reconozco, me atraviesa como un cuchillo. "Kael…" Mi voz sale suave, quebrada, apenas un murmullo sobre el rugido constante del túnel. No responde, solo gruñe de nuevo, un sonido de puro tormento que me desgarra por dentro. Quiero arrastrarme hasta él, tocarlo, asegurarme de que sigue siendo él, pero mis propios brazos tiemblan bajo mi peso, las heridas agravadas en mi piel gritando con cada movimiento. Las vetas negras que suben desde mi brazo, donde Rafa me cortó, ahora se extienden hasta mi cuello, acercándose a mi rostro. Puedo sentirlas, como serpientes bajo mi piel, susurrando promesas de rendición.
Un rugido colosal sacude el túnel, tan profundo que el suelo tiembla y mi visión se sacude. Fragmentos de obsidiana caen del techo como dagas, uno rasgando mi hombro con un corte ardiente. Un grito se me escapa, áspero y desesperado, mientras la sangre caliente se mezcla con la savia negra que me cubre. Kael ruge, un sonido más animal que humano, y logro verlo moverse, protegiéndose la cabeza mientras otro fragmento corta su espalda. El aire se vuelve más pesado, el calor sofocante chocando con ráfagas de frío cortante que erizan mi piel. Las sombras líquidas en las paredes parecen retorcerse, dedos hambrientos que se estiran hacia nosotros, y el latido bajo nuestros pies se acelera, como si algo inmenso estuviera despertando. Mi corazón martillea, el colgante quemando con más intensidad, y por un segundo, juro que puedo sentir a La Sombra riendo en algún rincón de mi mente.
Entonces la veo. Una figura emerge de las sombras líquidas, su forma familiar pero retorcida, como si la oscuridad misma la hubiera moldeado. Luna. Mi aliento se corta, un nudo helado formándose en mi pecho mientras mis ojos, a pesar del velo negro, captan los detalles. Su piel morena está marcada por vetas negras que se extienden como telarañas, subiendo por su cuello y rostro, cubriendo los tatuajes de garras que una vez fueron un símbolo de su fuerza. Su cabello rizado, siempre tan salvaje, cae desordenado sobre sus hombros, pero son sus ojos los que me paralizan. Ya no son verdes, no tienen vida; brillan con un rojo hambriento, vacíos de todo lo que era ella. Da un paso adelante, su postura rígida, antinatural, y el aire a su alrededor parece oscurecerse, como si absorbiera la poca luz que queda.
"Te dije que te esperaría," dice, su voz gutural, un sonido que no debería salir de una garganta humana. Cada palabra rasga el aire, cargada de una maldad que me congela hasta los huesos. No es Luna, no puede serlo. ¿O sí? La culpa me atraviesa, más afilada que cualquier fragmento de obsidiana. Ella sacrificó tanto por mí, absorbió parte de mi corrupción en la Cámara Sellada, y ahora… ¿esto es lo que queda de ella? ¿Es esto mi culpa? Mis manos tiemblan, el dolor físico olvidado mientras el terror visceral se apodera de mí. La visión de Luna corrompida que tuve en la Guarida Secreta vuelve a mí como un golpe, sus ojos vacíos y su voz gutural diciendo lo mismo. ¿Es real esta vez? ¿O es otra crueldad de La Sombra, jugando con mi mente, desgarrando lo poco que queda de mi esperanza?
"Kael…" Mi voz tiembla más ahora, desesperada por un ancla, por algo que me diga que no estoy perdiendo la cabeza. Él logra levantar la cabeza, sus ojos encontrando los míos por un instante antes de posarse en Luna. Un gruñido profundo retumba en su pecho, pero no es solo furia; hay miedo ahí, un eco del mismo terror que me consume. Intenta levantarse, sus músculos tensándose, pero su cuerpo traiciona su fuerza, colapsando de nuevo contra el suelo con un jadeo de dolor. Los destellos rojos en sus ojos se intensifican, y por un segundo, temo que él también se pierda, que la corrupción lo transforme frente a mí.
Luna, o lo que sea que lleva su piel, da otro paso. Las sombras líquidas parecen seguirla, enroscándose a sus pies como serpientes obedientes. Mi instinto grita que corra, que luche, pero mi cuerpo no responde. Estoy atrapada, no solo por la savia que aún se aferra a mis piernas, sino por el peso de mi propios miedos. Si ella está perdida, si esto es lo que le hice… ¿qué esperanza queda para nosotros? Mi visión se oscurece más, las vetas negras apretando su agarre, y el colgante pulsa con un calor que siento hasta en mis entrañas. El túnel sigue latiendo, las paredes sangrando, y el susurro helado resuena una vez más, burlón, en el fondo de mi mente: "Todos caerán por ti."
No sé si puedo soportarlo, no sé si queda algo por lo que luchar. Pero mientras miro a Kael, su rostro contorsionado por el dolor pero sus ojos buscando los míos, sé que no puedo rendirme. No todavía. Aunque mi corazón tiemble con cada palabra gutural de Luna, aunque el terror de perderlo todo me ahogue, tengo que saber la verdad. ¿Es ella? ¿Es real? Y si lo es… ¿podré salvarla, o estoy condenada a ver cómo todo lo que amo se desmorona en esta oscuridad interminable?