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Novelas románticas en un solo lugar

reader.chapterEl Libro de los Susurros


Alina

Un jadeo entrecortado rasga el silencio de la cámara lateral, mientras mi espalda se presiona contra la pared de obsidiana, fría y pulsante como una arteria viva. El aire, denso y ardiente, quema mis pulmones con cada respiración, cargado de un hedor a sangre antigua y metal fundido que me revuelve el estómago. Mi pecho arde donde el colgante de obsidiana descansa, su brillo carmesí latiendo como un segundo corazón, enviando oleadas de dolor que me hacen temblar incontrolablemente. Las vetas negras, como raíces venenosas, reptan por mi piel, acercándose a mis ojos, nublándome la visión con sombras que no puedo apartar. Estoy al límite, con el brazo herido por la flecha envenenada de Rafa palpitando con un latido sordo, recordándome cuánto he perdido ya.

Kael está a mi lado, una presencia sólida en medio de este infierno. Su figura alta se inclina hacia la entrada de la cámara, sus ojos ámbar brillando con furia contenida mientras vigila las sombras que podrían volver a atacarnos. Sangre seca y heridas frescas marcan su torso musculoso, visibles bajo la ropa rasgada, y su respiración es pesada, casi un gruñido. Un rugido distante sacude la caverna, haciendo temblar el suelo bajo nosotros, un recordatorio visceral de que no hay tiempo que perder. Mis manos temblorosas, manchadas de sangre, aferran el libro de rituales que heredé de mi madre, los dedos dejando marcas rojas en las páginas desgastadas. Es mi última esperanza, aunque cada fibra de mi cuerpo grita de agotamiento y terror.

“Tenemos que seguir,” murmura Kael, su voz grave cortando el aire opresivo. Sus ojos se fijan en mí por un instante, cargados de una intensidad que me estremece, antes de volver a la entrada. “No podemos quedarnos aquí.”

Asiento, aunque el movimiento me duele, y abro el libro con dedos torpes. La cubierta de cuero cruje, y el olor a papel viejo se mezcla con el hedor metálico de la caverna. Hojeo las páginas con frenesí, buscando algo, cualquier cosa, que nos dé una pista sobre cómo detener esta pesadilla. Mis ojos recorren símbolos antiguos y palabras garabateadas en una lengua que apenas comienzo a entender, hasta que un fragmento me detiene en seco. Mi aliento se atora en la garganta mientras leo, mi voz temblorosa y rota por el dolor rasgando el silencio.

“El Corazón de las Lunas… el núcleo del poder primal,” susurro, las palabras pesando como piedras en mi lengua. “El sello de la Sombra… solo puede ser sellado o roto… con un sacrificio de sangre. De su linaje.”

El mundo parece detenerse. Mis manos tiemblan tanto que casi dejo caer el libro, y un nudo helado se forma en mi pecho, apretando hasta que apenas puedo respirar. Un sacrificio de sangre. De mi linaje. Las imágenes de mi madre, de Kael, de mí misma desangrándome en un altar oscuro, destellan en mi mente como cuchillos. No puedo… no puedo perder a nadie más. La culpa por las vidas ya perdidas—la manada, Luna—me aplasta, y el eco de la visión donde apuñalo a Kael, viendo sus ojos ámbar apagarse con traición, me golpea de nuevo, tan vívido que siento la daga en mi mano.

“No puedo… no puedo perder a nadie más,” murmuro, mi voz apenas un hilo, quebrándose bajo el peso del terror.

Kael se gira hacia mí, su postura tensa relajándose por un instante. Sus ojos se ablandan, aunque la furia y el miedo aún arden en ellos. Se acerca, arrodillándose frente a mí, y su mano, áspera y cálida, roza mi mejilla con una ternura que contrasta con el horror que nos rodea. “No dejaré que eso pase, Alina. Estoy contigo, cueste lo que cueste,” dice, su tono firme, casi un juramento, aunque un matiz de incertidumbre se cuela en su voz, como si él también supiera que estamos luchando contra algo mucho más grande que nosotros.

Su toque me quema, no de dolor, sino de una necesidad que no puedo permitirme sentir ahora. Quiero aferrarme a él, dejar que su calor me anclara, pero el miedo de contaminarlo con mi magia, de verlo consumido por las mismas vetas negras que me reclaman, me hace retroceder. Mi mano se aparta de la suya, y el colgante pulsa de nuevo, enviando una descarga de dolor que me arranca un gemido. Kael frunce el ceño, su mandíbula apretándose, pero no se aleja. Su mirada me suplica que no me rinda, aunque ambos sabemos que el tiempo se nos escapa como sangre de una herida abierta.

Un temblor sacude la caverna, haciendo que fragmentos de obsidiana caigan de las paredes, y un eco gutural resuena desde las profundidades, como si algo inmenso despertara. “Tenemos que movernos. Ahora,” gruñe Kael, poniéndose de pie y ofreciéndome una mano. La tomo, aunque mi cuerpo protesta con cada movimiento, y guardo el libro bajo mi ropa rasgada, su peso un recordatorio constante de lo que acabo de leer.

Avanzamos por un túnel estrecho que se abre desde la cámara, las paredes de obsidiana brillando con un resplandor rojo que parece latir en sincronía con mi colgante. El aire se vuelve más denso, más caliente, como si estuviéramos caminando hacia el corazón de una bestia viva. Cada paso resuena con un eco que suena como lamentos atrapados, y las sombras a nuestro alrededor comienzan a retorcerse, formando figuras grotescas que me hielan la sangre. Brujas con gargantas desgarradas, lobos con ojos vacíos, desgarrados por garras invisibles, se alzan de la oscuridad como si el Corazón de las Lunas quisiera revivir cada horror del pasado. Mi corazón martillea en mi pecho, y un susurro helado rasga mi mente, la voz de La Sombra, profunda y burlona.

“Ríndete, niña. Tu amor solo alimentará mi hambre,” dice, cada palabra como un filo cortando mi voluntad. Mi visión se nubla, las vetas negras avanzando, y un destello de magia contaminada brota de mis dedos sin que pueda controlarlo. La luz oscura chispea como sombras hambrientas, golpeando la pared de obsidiana y dejando una marca chamuscada que humea con un olor acre. Me tambaleo, horrorizada por lo que acabo de hacer, por lo que estoy perdiendo de mí misma.

“¡Alina!” Kael se gira, su voz un rugido de preocupación. Me sostiene antes de que caiga, sus brazos fuertes rodeándome, y por un instante, el calor de su cuerpo contra el mío es lo único que me impide desmoronarme por completo. Su aliento roza mi cabello, y siento la tensión en sus músculos, el deseo reprimido que lucha contra el miedo en su mirada. Quiero acercarme más, perderme en él, pero el colgante quema mi piel con más furia, y retrocedo, jadeando, con el terror de corromperlo aferrándose a mí como una garra.

“No… no puedo,” susurro, mi voz temblando mientras me aparto, aunque cada parte de mí grita por su cercanía. “No quiero hacerte daño.”

“No me harás daño,” responde, su tono bajo, casi un gruñido, mientras sus ojos buscan los míos. Hay una intensidad allí, una mezcla de protección y algo más profundo, más crudo, que hace que mi piel se erice a pesar del horror que nos rodea. Pero no insiste, no ahora, y en cambio asiente con un movimiento brusco, volviendo a tomar la delantera, su figura recortada contra el resplandor rojo del túnel.

El suelo tiembla de nuevo, más violento esta vez, y un rugido colosal retumba desde las profundidades, tan cerca que siento el sonido vibrar en mis huesos. Fragmentos de obsidiana caen a nuestro alrededor, uno rozando mi mejilla y dejando un corte ardiente. Mi visión se oscurece por un instante, las vetas negras nublándolo todo, y tropiezo, cayendo de rodillas con un jadeo de dolor. Mi magia contaminada destella de nuevo, quemando el aire a mi alrededor con un chisguete oscuro que ilumina brevemente las figuras retorcidas en las sombras. El miedo me consume, no solo por mí, sino por Kael, por lo que podría hacerle si pierdo el control por completo.

Kael está a mi lado en un instante, sus manos sosteniéndome con firmeza mientras gruñe protectoramente, sus ojos ámbar escaneando el túnel en busca de amenazas. “Sigue respirando, Alina. No te rindas,” murmura, su voz un ancla en medio del caos, aunque puedo sentir la tensión en su agarre, el miedo que no admite en voz alta.

Pero mientras me pongo de pie, tambaleante, la voz de La Sombra resuena más fuerte en mi mente, un eco que no puedo ignorar. “Tu amor solo alimentará mi hambre.” Cada palabra es un golpe, una promesa de que todo lo que amo será devorado por esta oscuridad si no encuentro una forma de detenerla. El rugido desde las profundidades suena más cerca, y el suelo vibra bajo mis pies, como si algo inmenso estuviera a punto de alcanzarnos. No sé si podremos llegar al Núcleo Central, no sé si tengo la fuerza para enfrentarlo, pero mientras miro a Kael, su rostro endurecido por la determinación, sé que no puedo rendirme. No todavía.