reader.chapter — Reencuentro en la Oscuridad
Alina
Un frío cortante me araña la piel, mientras un calor sofocante me aplasta los pulmones con cada aliento. En este túnel infernal de Las Venas Rotas, la savia negra gotea de las paredes de obsidiana como lágrimas viscosas, formando rostros atormentados que parecen mirarme con ojos vacíos. Sus susurros, apenas un murmullo al principio, ahora se clavan en mi mente como cuchillos helados: "Todos caerán por ti". Mi colgante de obsidiana quema contra mi pecho, su luz carmesí tiñendo la penumbra, y siento las vetas negras apretando mi visión, un velo oscuro que se extiende desde mi brazo herido hasta mi cuello, acercándose peligrosamente a mis iris. Cada paso es un tormento, mis heridas gritando con cada movimiento, pero no puedo detenerme. No ahora.
A mi lado, Kael avanza con un gruñido bajo, su cuerpo tenso y cubierto de sudor y sangre seca. Las heridas frescas en su pecho, marcas del sacrificio en el Núcleo Central, parecen latir bajo la débil luz del colgante. Sus ojos ámbar, normalmente un refugio de fuerza, parpadean con destellos rojos, un recordatorio cruel de la corrupción que también lo reclama. "Sigue, Alina", murmura con voz grave, aunque el dolor tiñe cada palabra. Quiero responderle, decirle que estoy aquí, que no lo dejaré solo, pero mi garganta está seca, y el peso de la culpa me aplasta más que este aire envenenado. Luna. La manada. Todo lo que he perdido. Todo lo que podría perder aún.
De pronto, un destello blanco parpadea en la distancia, frágil pero inconfundible entre las sombras líquidas que se retuercen como dedos hambrientos a nuestro alrededor. Mi corazón da un vuelco, un nudo de esperanza y terror apretándose en mi pecho. "¿Mamá?" mi voz es apenas un susurro, quebrada por el agotamiento, pero Kael se tensa a mi lado, su mirada siguiendo la mía. La figura temblorosa se hace más clara a medida que avanzamos, sus manos aferrando algo contra su pecho. Un libro. El libro de rituales. Es ella. Elena.
Corro hacia ella, o lo intento, porque mis piernas apenas sostienen mi peso, y la savia negra tira de mis botas como si no quisiera dejarme ir. Cuando la alcanzo, sus brazos me envuelven con una desesperación que me rompe. "Hija, pensé que te había perdido", murmura, su voz temblorosa, cargada de un agotamiento que se refleja en su rostro demacrado. Las arrugas alrededor de sus ojos oscuros parecen más profundas, su piel morena pálida bajo la luz blanca que parpadea débilmente de sus manos. Su rebozo está rasgado, manchado de barro y sangre, testimonio del infierno que debió cruzar para llegar aquí, al corazón del Abismo. "Mamá, lo siento tanto", sollozo, mi voz ahogada contra su hombro. Siento su calor, su aliento entrecortado, y por un momento, soy solo una niña otra vez, buscando refugio en ella. Pero el peso de lo que soy, de lo que he desatado, me aplasta de nuevo. La he arrastrado a esto. A este lugar de muerte.
"No hay tiempo para lamentarse, Elena", interviene Kael, su tono grave y cortante, aunque sus ojos ámbar, marcados por esos destellos rojos, se suavizan al mirarme. "—¿Qué tienes en ese libro?" Se acerca, su figura alta y musculosa proyectando una sombra protectora a pesar de las heridas que lo hacen cojear. Elena se aparta de mí lo justo para abrir el libro de rituales con manos temblorosas, sus páginas crujiendo bajo sus dedos. "Hay un camino, un ritual puro… sin más sangre", dice, aunque su voz carece de certeza, como si temiera que las palabras mismas se deshagan en este aire cargado de ceniza y sangre antigua. "Si tan solo pudiéramos entenderlo todo". Sus ojos, hundidos por el cansancio, buscan los míos, y veo en ellos una esperanza frágil, pero también un miedo que me retuerce las entrañas. ¿Y si esto no es suficiente? ¿Y si todo lo que hemos sacrificado ha sido en vano?
Antes de que pueda responder, un zumbido gutural resuena desde las paredes, un latido primal que hace vibrar el suelo bajo nuestros pies. Las sombras líquidas se retuercen con más violencia, y la savia negra en las paredes comienza a moverse, formando imágenes que me hielan la sangre. Brujas de antaño, sus rostros marcados por runas, se desangran sobre altares de piedra, sus gritos mudos resonando en mi mente mientras sus cuerpos se deshacen en charcos oscuros. "¿Qué es esto?" mi voz tiembla, mis manos apretándose contra el colgante que quema mi piel con un rojo más intenso. Kael gruñe, colocándose frente a nosotras, sus músculos tensándose como si esperara un ataque. "Una trampa mágica", murmura, su mirada recorriendo el túnel. "El Abismo no nos quiere aquí".
Elena intenta levantar una barrera con su magia blanca, sus manos temblando mientras una luz frágil brota de sus palmas, pero parpadea como una vela a punto de apagarse. "¡No puedo sostenerlo mucho!" grita, su voz quebrada por el esfuerzo. Las visiones se intensifican, las brujas ahora me miran directamente, sus ojos vacíos señalándome como si supieran lo que soy, lo que he hecho. La culpa me atraviesa, un puñal helado en el pecho. ¿Es este mi destino? ¿Desangrarme por un sello que no puedo sostener? ¿Por un mal que yo misma desaté?
Intento luchar contra las imágenes, canalizando mi propia magia, pero lo que brota de mis dedos no es la energía blanca que una vez conocí. Destellos oscuros, contaminados, cortan el aire como cuchillas, y un dolor agudo me recorre el brazo, las vetas negras pulsando con más fuerza, oscureciendo aún más mi visión. Un grito se me escapa, y uno de esos destellos roza a Elena, haciéndola jadear mientras cae de rodillas. "¡Mamá!" me lanzo hacia ella, el terror apretando mi garganta. "¿Estás bien? Lo siento, no quise—" Mi voz se quiebra, las lágrimas quemando mis ojos mientras la ayudo a levantarse. Sus manos, marcadas por el esfuerzo de su magia, tiemblan al tocar mi rostro. "Estoy bien, hija. No es tu culpa", murmura, pero el dolor en su mirada me dice lo contrario. Esto es mi culpa. Todo lo es.
Kael me agarra del brazo, su toque firme, casi desesperado, mientras me obliga a mirarlo. "No te derrumbes ahora, Alina", gruñe, aunque hay algo más en su voz, algo tierno bajo la aspereza. Sus ojos, a pesar de los destellos rojos, son un ancla en esta tormenta. Su mano se desliza a mi cintura, sosteniéndome contra su pecho por un instante, y siento el calor de su cuerpo, el latido errático de su corazón bajo mis dedos. Por un segundo, el caos a nuestro alrededor se desvanece, y solo está él, su aliento cálido contra mi oído, su fuerza recordándome que no estoy sola. Pero el momento se rompe con otro rugido del túnel, fragmentos de obsidiana cayendo a nuestro alrededor como cuchillos afilados.
"¡Tenemos que salir de esta ilusión!" ruge Kael, empujándonos hacia adelante mientras las sombras líquidas se condensan en garras que intentan alcanzarnos. Elena, jadeando, logra estabilizar su luz blanca lo suficiente para iluminar un camino, aunque sus manos tiemblan con cada paso. Mi propia magia sigue fuera de control, destellos oscuros brotando sin que pueda detenerlos, cada uno arrancándome un pedazo de fuerza. Siento las vetas negras avanzar, un frío viscoso apretando mi visión hasta que el mundo se tiñe de penumbra. No sé cuánto más puedo soportar. No sé si soy suficiente.
Las visiones finalmente se desvanecen, pero no sin dejarnos marcados. Nos detenemos en un recoveco del túnel, el aire aún más pesado, como si el Abismo mismo nos rechazara con cada aliento. Me apoyo contra la pared, mi pecho subiendo y bajando con dificultad, mientras el colgante pulsa con un rojo más intenso, quemando mi piel hasta que siento que podría desgarrarme. Elena cierra el libro de rituales con manos temblorosas, sus ojos encontrando los míos. "Debemos seguir, es nuestra única chance", murmura, aunque su voz carece de certeza, como si temiera que las palabras fueran una mentira. A mi lado, Kael gruñe, señalando un túnel más oscuro adelante. "Si el Abismo nos rechaza, lo enfrentaremos", dice, su tono endurecido pero sus ojos traicionando un destello de duda.
Un rugido distante sacude el suelo bajo nosotros, un latido primal que parece prometer algo peor. Y entonces lo escucho de nuevo, ese susurro helado que se cuela en mi nuca, pronunciando mi nombre como una maldición: "Alina". Mi piel se eriza, y miro a Kael, buscando una señal de que también lo oyó, pero su rostro está endurecido, impenetrable. ¿Lo escucha? ¿O guarda sus propios secretos, como yo guardo los míos sobre Luna? La culpa por ella, por la visión de sus ojos rojos y vacíos, me retuerce el estómago. No puedo perder a nadie más. No a mamá. No a Kael.
Con un último esfuerzo, nos ponemos en marcha, el túnel oscuro tragándonos mientras el colgante quema contra mi pecho, un faro de peligro y desesperación. No sé si el ritual antiguo será nuestra salvación o nuestra ruina, pero mientras las vetas negras nublan mi visión y el Abismo ruge a nuestro alrededor, una cosa está clara: cada paso nos acerca más al borde, y no estoy segura de cuánto tiempo nos queda antes de caer.