reader.chapter — Fisuras del Infierno

Alina

Un aliento ácido quemó mi garganta mientras tropezaba en la penumbra, las Fisuras Infernales del Santuario abriéndose ante nosotros como venas de un corazón enfermo. La oscuridad era casi tangible, un peso que aplastaba mis hombros ya temblorosos, y mis ojos, invadidos por venas negras, apenas distinguían las formas borrosas de las grietas que supuraban savia viscosa. Cada paso resonaba con un eco hueco, como si el Abismo mismo nos invitara a caer en su abrazo. El colgante de obsidiana fusionado a mi pecho pulsaba con un calor insoportable, una quemadura constante que se clavaba en mi carne, y una voz inhumana susurró en mi mente: "Pronto, mi llave". Me estremecí, no por el frío glacial que se aferraba a mi piel, sino por el terror de lo que esas palabras podían significar.