reader.chapter — La Pista del Sacrificio
Alina
Un eco gutural resuena en mi mente como un veneno que no puedo expulsar: "Pronto". La voz de Luna, o lo que sea que la controla, me persigue mientras estoy de rodillas sobre el suelo húmedo y frío del Bosque Prohibido de Tenango. El cielo carmesí llora cenizas negras que se pegan a mi piel y cabello, tiñendo todo de un rojo enfermizo. El aire, denso y cargado de podredumbre, quema mis pulmones con cada jadeo. El colgante de obsidiana en mi pecho arde con un calor insoportable, como si quisiera fundirse con mi carne, y siento su pulso sincronizado con un rugido distante que sacude la tierra. Mis heridas en la espalda y el hombro rezuman sangre que se mezcla con el barro, cada punzada un recordatorio de lo cerca que estamos de perderlo todo. Las vetas negras que corrompen mi visión se espesan, oscureciendo el mundo a mi alrededor, como si una sombra me devorara desde dentro.
A mi lado, Kael se mantiene firme, aunque su respiración es irregular, entrecortada por el dolor. Su cuerpo musculoso, cubierto de cicatrices y sangre seca, bloquea la poca luz que se filtra entre los pinos retorcidos. Sus ojos ámbar parpadean con destellos rojos, una señal de la corrupción que lo amenaza, y su postura tensa me dice que está listo para pelear, aunque ambos sabemos que enfrentamos algo más grande. Más allá, Elena, mi madre, aferra el libro de rituales con manos quemadas y temblorosas. Su rostro demacrado refleja un agotamiento que va más allá de lo físico; es como si las últimas horas la hubieran envejecido una década. Un silencio opresivo cae sobre nosotros tras la desaparición de Luna en las sombras, roto solo por el crujir de los árboles y un susurro distante que hiela mi sangre: "Libérame". Viene del Abismo, de algún lugar bajo Las Venas Rotas, y sé que no es mi imaginación. Es real, y está despertando.
—Alina… —La voz de Elena es un hilo quebrado, casi perdido en el viento helado que corta mi piel. Levanto la vista, apenas capaz de enfocar a través del velo negro que nubla mis ojos. Ella hojea el libro con dedos torpes, sus uñas rotas manchadas de ceniza y sangre—. Aquí… hay algo. Una pista. El Corazón de las Lunas Profundo… una red de cavernas bajo Las Venas Rotas. Es allí donde… donde el ritual final puede sellar el portal. El portal primordial.
Sus palabras me golpean como una piedra en el pecho. El Corazón de las Lunas Profundo. El nombre resuena conmigo, como si el colgante mismo lo reconociera, pulsando con un calor que me arranca un jadeo de dolor. Me llevo una mano al pecho, sintiendo la quemadura contra mi piel, mientras trato de procesar lo que dice. Un ritual final. Una posibilidad de detener esto. Pero su tono, la forma en que sus ojos evitan los míos, me dice que hay más. Algo que no quiere decir.
—¿Qué más, mamá? —Mi voz es un susurro roto, cargado de un temor que no puedo ocultar. Cada palabra raspa mi garganta, y el dolor de mis heridas se intensifica con el movimiento—. ¿Qué no me estás diciendo?
Ella traga con dificultad, sus labios temblando mientras baja la mirada al libro. Sus manos tiemblan tanto que temo que lo deje caer. Finalmente, habla, y cada sílaba parece costarle todo lo que le queda.
—No es solo sangre lo que necesita el sello… Es un alma. Alguien debe vincularse a la tierra como guardián eterno. —Su voz se quiebra, y cierra los ojos por un momento, como si no pudiera soportar mirarme—. Quien lo haga… perderá su humanidad. Se convertirá en… algo más. Para siempre.
El mundo se detiene. Mi respiración se corta, y un frío que no tiene nada que ver con el viento glacial del bosque me envuelve. Un guardián eterno. Perder su humanidad. Mi mente se llena de imágenes de Kael, de sus ojos ámbar destellando rojo, de su cuerpo tenso dispuesto a sacrificarse por mí, por la manada, por todo. No. No puedo permitirlo. Giro la cabeza hacia él, desesperada por encontrar una negación en su rostro, pero lo que veo me hunde aún más. Su mandíbula está tensa, sus labios apretados en una línea dura, y sus ojos evitan los míos. Sabe lo que esto significa. Y lo está considerando.
—No. —La palabra sale de mí como un gruñido, aunque mi voz tiembla tanto que apenas la reconozco. Me esfuerzo por ponerme de pie, ignorando el dolor punzante en mi espalda y la sangre que sigue goteando por mi piel—. Tiene que haber otra forma. No voy a dejar que… que nadie…
Las palabras mueren en mi garganta. No puedo terminar la frase, porque el miedo a perderlo, a perderlos a todos, me ahoga. Kael finalmente me mira, y el destello rojo en sus ojos me atraviesa como un cuchillo. No dice nada, pero no necesita hacerlo. Su silencio es una promesa, y me aterra más que cualquier rugido del Abismo.
Los pinos a nuestro alrededor crujen, goteando savia negra que forma rostros atormentados en la corteza, como si el bosque mismo nos observara, nos juzgara. El suelo tiembla bajo mis pies, un recordatorio constante de que no hay tiempo para dudar. Un par de ojos rojos brilla entre las sombras, luego otro, y otro, multiplicándose como una plaga. El aire se vuelve más denso, cargado de un hedor a sangre y ceniza que me revuelve el estómago. Estamos rodeados, cazados por algo que no podemos ver, pero que sentimos en cada rincón de este infierno vivo.
Sin pensar, doy un paso hacia Kael, mi cuerpo buscando el suyo como si fuera mi único ancla en esta tormenta. Él reacciona al instante, cerrando la distancia entre nosotros con una urgencia que refleja la mía. Sus manos, ásperas y manchadas de sangre, encuentran mi rostro, y por un momento, todo lo demás desaparece. El bosque, el portal, la corrupción. Solo está él, su calor, su respiración entrecortada contra mi piel. Mis dedos se aferran a su camisa desgarrada, sintiendo los músculos tensos debajo, y nuestros labios se rozan en un beso desesperado, hambriento, como si pudiéramos detener el tiempo con este acto. Sabe a sal y desesperación, y mi cuerpo se presiona contra el suyo, buscando más, necesitando más.
—No puedo perderte —susurro contra su boca, mi voz quebrada por el miedo y el deseo que me consume. Mis manos tiemblan mientras se deslizan por su pecho, sintiendo las cicatrices, la sangre seca, el latido frenético de su corazón.
—Solo un momento —gruñe él, su voz grave y cargada de una emoción que rara vez deja salir. Sus dedos se hunden en mi cabello desaliñado, sosteniéndome como si temiera que me desvaneciera. Por un segundo, nos permitimos esto, este refugio efímero en medio del caos, nuestros cuerpos tan cerca que puedo sentir cada jadeo suyo como si fuera mío.
Pero el mundo no nos da tregua. Un temblor violento sacude el suelo, tan fuerte que pierdo el equilibrio y caigo contra Kael, nuestras frentes chocando con un jadeo de dolor. El bosque ruge, los pinos crujiendo como si algo inmenso los aplastara desde abajo. Un rugido profundo resuena desde las profundidades, haciendo eco con el pulso del colgante, y sé que no hay más tiempo para debilidades. Los ojos rojos en las sombras parpadean, acercándose, y el susurro de "Libérame" se intensifica, como un canto que me llama desde el Abismo.
Kael me sujeta con fuerza, sus ojos ámbar-rojos buscando los míos con una intensidad que me corta el aliento. No dice nada, pero su mirada lo dice todo: no hay escape, solo lucha. Detrás de nosotros, Elena deja escapar un sollozo ahogado, el libro temblando en sus manos mientras murmura una oración que el viento ignora. Su rostro está pálido, sus ojos hundidos llenos de una desesperación que me parte el corazón. No puede ayudarnos más allá de esto. No ahora.
—Tenemos que irnos —dice Kael finalmente, su voz cortante, aunque hay un matiz de agotamiento que no puede ocultar. Su mano se desliza por mi brazo, un gesto protector que me ancla, pero también me recuerda lo frágil que es todo esto. Lo frágiles que somos ambos.
—¿Al Abismo? —pregunto, aunque ya sé la respuesta. Mi voz tiembla, y el dolor en mi pecho se intensifica, el colgante quemando como si quisiera advertirme de algo. Las vetas negras en mi visión se arremolinan, oscureciendo más el mundo, y siento un mareo que amenaza con derribarme. Pero no puedo rendirme. No mientras todo lo que amo esté en peligro de ser consumido por esta oscuridad.
—No hay otra opción. —Sus palabras son duras, pero sus ojos, aunque destellan rojo, están llenos de un tormento que refleja el mío. Sabe lo que esto significa. Sabe lo cerca que estamos de perderlo todo. Y sabe, como yo, que el sacrificio que Elena mencionó podría ser su destino.
Asiento, aunque cada parte de mí quiere gritar que no, que encontraremos otra forma. Pero no hay tiempo para ilusiones. El bosque mismo se ha convertido en un enemigo vivo, los troncos goteando savia negra que se retuerce como garras, el suelo temblando con jadeos agónicos, y esos ojos rojos multiplicándose en la penumbra. Cada paso que damos hacia el borde del bosque, donde una pendiente rocosa desciende hacia Las Venas Rotas, se siente como un desafío a la muerte. El cielo carmesí se oscurece aún más, como si la noche misma sangrara sobre nosotros, y un rugido profundo desde las profundidades sacude el suelo, haciendo que tropiece y tenga que apoyarme en Kael para no caer.
Mis heridas arden con cada movimiento, la sangre pegajosa sobre mi piel mezclándose con el barro y las cenizas. Las vetas negras oscurecen más mi visión, y el mundo parece desvanecerse en fragmentos de sombra y dolor. Miro a Kael, su espalda tensa mientras lidera el camino, sus pasos firmes a pesar de las heridas que sé que lo atormentan. Sus ojos destellan rojo con más frecuencia ahora, y mi corazón se aprieta al pensar en lo que podría significar ese sacrificio. No puedo perderlo. No a él. No después de todo.
Elena camina detrás de mí, su respiración entrecortada un eco constante de su agotamiento. El libro sigue en sus manos, como si fuera lo único que la mantiene en pie, pero sus ojos están vacíos, su esperanza menguante con cada paso que damos hacia el Abismo. Un último susurro de "Libérame" resuena desde abajo, mezclado con el brillo de ojos rojos en las sombras que nos rodean. El colgante pulsa con un calor infernal, y siento que el peso de cada decisión, de cada error, me aplasta. ¿Podremos llegar al Corazón de las Lunas Profundo antes de que la corrupción o este bosque maldito nos consuma? No tengo respuesta. Solo sé que no puedo detenerme. No ahora. No mientras aún haya algo por lo que luchar.